EN VELA
Sudor seco. Las seis
de la mañana, quietas
como un lago sin bruma,
me tienen esperando
que todo se desfonde.
Pero no pasa nada:
callan los noticieros
dentro de su bullicio
y el perro, como siempre,
descansa en su sillón.
¿Estallaron las bombas?
Nunca nos lo dirán.
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