a Carlos Rey
Me retaste a jugar
al ajedrez delante
de todo el Facebook. ("Facebook":
como quien dice el mundo.)
Retrocedí, aterrado:
hubieras advertido
que soy más bien mediocre,
como con los poemas.
Ya tengo suficiente
con esa humillación.
Es posible decir
cualquier cosa. No cuentan
la verdad, la moral
ni la belleza. Todo
puede ser formulado,
incluso lo peor.
Dios ha muerto. El desierto
se acrece a cada instante,
y hoy nos son permitidas
todas las perversiones.
Sólo hay que practicarlas.
Hace cosa de un mes
que no veo la tele.
El mundo seguirá
sorbiéndoles las tripas
a los desharrapados.
La guerra hará lo suyo
en Siria y otras partes
menos promocionadas.
Lo real, lo que cruje
--al menos esta noche--,
tiene formas un poco
más personales, no
con resplandor de épica
ni con huestes injustas
contra las que correr
o indignarse. La tele
arrastra nuestras horas
hacia escenarios míticos.
Hoy de nuevo sentí
palabras que en mi mente
se decían, muy suave
y escueto. Conocía
su raíz pero no
supe, como es usual,
por qué en ese momento
y no en otro se daban.
Suerte de escolopendras
que se asoman de pronto
en el suelo y se ocultan
y apenas se las ve,
son silbos de lo raro.
Trabajo así: escritura
contra estímulo. Capto
por ejemplo las formas
del silencio, que siempre
son diferentes, o
pongo música y sigo
mirando los objetos,
que hablan de una frontera
inabordable. (Sui
Generis se desmarca
ahora del no ser,
naciendo una vez más
de los parlantes. Mundo
o pasado común,
aún cercano: solo,
converso con mi joven,
que poco a poco se urde.)
"Llevar la vida el centro
del poema", te dice,
"como una llamarada
súbita." Se embelesa
con imágenes fuertes
que cree que realiza
al tirar esa frase.
Vos sabés que los modos
de tu verso conducen
a un escenario frío
en el que sin embargo
el cuadro es más real:
la vajilla, disímil,
y la mesa, pringosa.
Estás celosa, amor,
de mi pasado, pero
son ráfagas, las tuyas:
después me recibís
entre tus brazos. Ando
a veces como un buque
fantasma entre esas voces
de lo que fue, distantes,
diluidas, perdidas
en otras islas. Borra
tu cuerpo esos vestigios
de ecos con sólo ser
tal como ha sido siempre:
"prodigioso y desnudo",
como dice Spinetta.
para Yael
"Decís que te mantienen
y no es así. No puedo
ni oírlo. ¿Quién escribe
lo tuyo sino vos?
¿Quién ha leído, día
tras día, toneladas
de páginas de luz,
y de viajes, y adioses?
El sustento, la ropa,
la casa no moldean
tu ser." Indestructible
en mi debilidad,
me oculto en lo que digo,
amiga, me hago parte
de este paisaje gris.
¿Cómo puede una idea
absurda doblegarte
hasta la postración?
Me pedías ayuda
y yo sólo prestaba
atención a esa idea.
Palabras para qué
(y que chille mi psi):
si llegás a temblar
de nuevo por lo mismo,
abrazaré a tu niña
--reparo en que respire--
para después oírla
sin preconcepto alguno.
Encuentro un pelo tuyo
en el pulóver. Vos
estás en la cocina
ahora y escuchamos
una música triste.
Estás un poco aquí
y con un coliflor
allá --suena el cuchillo--
entre tus frías manos.
Te di mate tres veces;
quizá con ciertas magias
retocemos de nuevo.
El poeta, que es una
abstracción, no descansa:
anda buscando versos
constantemente. ¿Tiro
a un costado la ropa
y me duermo? No le hace:
famélico, prosigue
con la fría absorción
de mi mente. (El poeta,
pulgón que va por todo.)
¿La verdad? Nada queda
de su virtud, que hacía
de brújula en la noche
y en el desierto. Ahora
vamos por la Ciudad
o, peor, nos quedamos
quietos frente a la Tele
y, en tanto nos hundimos
en el fuego sin fondo
de una torsión, nos punza
el vacío interior
y nos carcome. Es eso:
un arrojar sin pausas
carnaza a los chacales.
¿Cómo hacía Vivaldi
para cantar así,
olvidado del mundo?
¿No había entonces guerras;
no había desgraciados?
Aunque no haya leído
las noticias, no logro
evadirme: se acrece
el Poder, más allá
--como que es pausa-- de
esta noche pacífica
con música de Corte.
Canta un grillo, y el eco
de su solo (estará
debajo de algún mueble),
isócrono, confluye
a lo que está sonando:
una pieza sin brillo,
como diría alguno,
y que sólo es la base
de su llamar a quién
desde la gris cocina.
Puntúa el colectivo
la noche. Nadie más
va a arriesgarse a las cuatro
por estas calles. Luces
que compensen el miedo
posterior, cuando bajes
del vehículo. Sí,
llegar a casa porque
sos un hombre que vive
desterrado del sol.
Tu vida no es poética
y sin embargo no
te cansás de cantarla.
Sos prosaico: se oponen
tu mood y la dulzura
extemporánea de
tus versos. No te importa:
disfrutás demasiado
de esa rutina: "leo
hasta que escribo". Así
definís malamente
tu ser; con esa llave
te recluís a gusto.
Tengo ganas de verte.
De ver si me contás
cómo te fue en la clase
que diste esta mañana.
O de cómo creés
que ya no tenés cura.
O, más simple, de cómo,
duende, se te fue el sueño.
Es cierto que nos vimos
y nos hablamos. Sí:
querer que se repita.
Me enamora tu voz.
Escribís verso a verso
tu vida: amaneceres
y dichosos crepúsculos,
el orden de las cosas
y el río que es la calle,
y tu mascota y el
mandarino. Diríase
cierta fascinación
por lo hipnótico. Como
si te entregaras a una
repetición que hiciera
de fortaleza. (Esquiva
tu lápiz ese porche
en el que te boxearon.)
Hoy me saqué. Temblaba
como un helecho mientras
le ponía los puntos
sobre las íes a un
pariente que a su vez
sacaba a relucir
mis trapitos al sol.
La familia se da
con lo que tiene a mano;
miserias que percuden
la paz de los domingos.
¿Cómo habrán hecho los
eremitas? Violencia
sobre sí mismos, sí,
pero también locura.
Días de soledad,
y el escape que es Facebook.
(Aún no hablo con mi pie,
pero estoy cerca.) Somos
seres para la luz;
la oscuridad nos mata.
"La cosa es ser normal",
te imaginás que dicen;
"si no, te miran feo,
censurando". Y ¡qué incómodo
que es sentirse apartado,
más, marginado por
una mirada! Encima,
esto también es típico
entre poetas. (Porque,
musitás, ya no hay nadie,
desde Adán, que circule
desnudo sin romperle
las estructuras al
rebaño y su consorte...)
Amo fumar. ¿Por qué
no me dejás morirme
en mi ley? Argumentos,
súplicas, amenazas,
todo constantemente.
Dejame en mi rincón
de saberme dañado
sólo por mí. No cargues
más conciencia moral
de tu propia cosecha
a mi espalda sufrida.