"¡NI YO ME DEFIENDO!"
Medio dormida vas
al baño. (Me acosté
y te quité una almohada
--las tenías a todas--.
Al despertar dijiste
incoherencias sobre
el ajedrez: ¡por fin
alguien que te lo enseña!)
Cuando volvés contemplo
--ya cerraste los ojos--
tu rostro, descansado
por el silencio que hubo
desde la una, y digo
--casi de pronto-- rimas
en voz baja que fluyen,
que nadan en lo oscuro,
y, herido de dulzura,
me levanto a cantarte
en versos, como siempre.
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