LA PALABRA
Vos sabías que todo
puede ser dicho. Nada
más que las conveniencias
te impedían hablar.
Frente a esos rostros muertos
y sus necias verdades
inalterables, vos
te dabas contra el muro
de la ansiedad. Ahora
callás y por tu mente
un silencio retumba
atronador, sagrado.
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