LAS HAY
Dos estrellas de cinco
puntas trazaste, casi
sin pensarlo, en el dorso
de mi mano con una
lapicera color
azul. Te dejé hacer
esta vuelta y ahora,
mientras vos descansás
en tu cama y yo leo
Butor, las miro. Tanto
como ese dúctil pase,
reconforta el saberte
de mi lado. No causa
y efecto esos dos núcleos,
sino el modo sutil
en que los dos anidan
uno en otro y se funden.
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